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¿Quién me lo iba a decir cuando coleccionaba cromos de Naranjito?

¿Quién me lo iba a decir cuando coleccionaba cromos de Naranjito?

¿Quién me lo iba a decir, cuando coleccionaba cromos de fútbol en acción, el programa de Naranjito, nuestra mascota del Mundial 82? Fue el único álbum de cromos que llegué a completar en mi vida. Me acuerdo que me faltaba el cromo de la selección de Nueva Zelanda, que mira que era mala, pero el cromo en cuestión me costó otra media colección de cromos "repes" que tuve que canjear con el malvado especulador de cromos de Nueva Zelanda. Aquellas páginas nos trasladaban a Jules Rimet y el Conte Verde, el buque que viajaba a Montevideo en 1930. Yo me imaginaba unos cuantos tíos en chándal haciendo tablas de gimnasia como las que nos arreaba nuestro profesor de gimnasia en mi colegio, no veas... Y luego Brasil y el maracanazo, y Chile, Inglaterra, México y así siempre. Y me imaginaba las semifinales como una especie de club celestial, como otra realidad dentro de la realidad, prohibida a los malditos mortales. Como un mundo reservado a cuatro grupos de héroes en el que el otro mundo, el real, era un estorbo. ¿Cómo es posible que los mundiales terminasen en julio? ¿y toda esta gente qué haría entre tanto? Tan entretenidos en las cuestiones del paraíso, qué absurda pérdida de tiempo la vida normal, la vida sin fútbol. Todo eso se me pasaba por la cabeza de chiquillo.

 

Por eso, cuando este domingo Íker levantó la copa casi se me escapa una lagrimilla. No podía ser. España levantando la copa de campeona del mundo. En el sitio por donde han pasado Garrincha, George Best, Beckenbauer, kempes y otros tantos. Todos aquellos que en mi álbum estaban inmortalizados, que vivían en el olimpo de hojas arrugadas y pegamento imedio. Están ahí, con los del Conte Verde, para siempre, compartiendo cartel con balones de cuero naranja y porteros con visera y rodilleras.Para siempre. Qué tiempo más estúpidamente desperdiciado entre mundial y mundial.

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